jueves, 9 de noviembre de 2017

SILENCIOS QUE NO CALLAN...





Muchas veces evitamos decir lo que sentimos, considerando que no es prudente, que no es oportuno, que nos puede perjudicar, que nos puede exponer a situaciones comprometedoras o cualquier otra cantidad de motivos, que pueden ser válidos en determinadas circunstancias.


Sin embargo, todo lo que no llegamos a decir, que sentimos la necesidad pero que nos limitamos a no hacerlo puede producir en nosotros muchos estragos. Está bien ser prudentes, pero no podemos guardarnos aquellas palabras que se anidarán en nuestro interior y nos marchitarán por dentro.
Debemos aprender a decir lo que queremos y buscamos: Plantear nuestros deseos cuando en ellos están involucradas otras personas es crucial para generar acuerdos y ver si se rema en la misma dirección.
Debemos aprender a exteriorizar nuestros sentimientos: Aunque no resultemos correspondidos el no verbalizar un “te amo”, un “eres importante para mí”, un “lo siento”, puede ser que nos resguarde ante la otra persona, pero en nosotros se ahogarán palabras que pudieron haber cambiado nuestras vidas de haber sido pronunciadas.
Debemos aprender a decir lo que pensamos: Una idea guardada es una idea muerta, quizás no sea necesario verbalizarla, pero sí resultará de mucha utilidad el tomar acciones asociadas a nuestros pensamientos y a nuestras ideas, tomar todos aquellos que consideremos prometedores y darles forma. La distancia entre la idea y el éxito, es la acción.
Debemos aprender a decir sí o decir no en concordancia a lo que queremos: no importa si no resulta del agrado de quien lo escucha, solemos intentar complacer, colemos querer quedar bien con todos los que son importantes para nosotros, colocando nuestras preferencias en segundo plano y a fin de cuentas hemos venido a esta vida a procurar nuestro bienestar antes de cualquier otro.
La honestidad debe estar siempre presente en nuestras vidas, especialmente hacia nosotros mismos, no se trata solo de decir lo que sentimos o pensamos, se trata también de nos decir algo que se contradiga con lo que llevamos dentro.

Aprendamos a exteriorizar las palabras, siendo lo más asertivos y oportunos posible, procurando no herir a nadie y entendiendo el compromiso que encierra cada palabra. Entendamos que de nada sirve decir lo que otros quieren escuchar si eso va en contra de lo que nuestro corazón grita. Cada palabra guardada debe canalizarse para no generarnos perturbaciones posteriores.
Por: Sara Espejo


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