Ella
no sabía decir NO.
Siempre
lista para resolver los problemas de todos.
Siempre,
aunque doliera mucho.
Siempre,
a pesar del cansancio.
Postergándose,
infinitamente.
El
cuerpo no pudo sostener ese camino.
Es
que no eran bacterias, ni el metabolismo, ni virus...
Era
estrés, frustración, angustia.
Nadie
se dio cuenta!
Todos
pensaban que ella siempre podía, que era la más fuerte, que no necesitaba a
nadie.
En
esa soledad de abrazos que nunca llegaban, de una calma no permitida, de una
demanda que nunca cesaba, de lágrimas que nunca se hicieron ver, ella tocó
fondo.
Pasó
a ser la "loca", la que tenía crisis injustificadas, a la que todos
mandaban que viera al psiquiatra.
Y
en ese fondo de angustia e impotencia, pudo ¡Darse cuenta!
Darse
cuenta que cuando no hay otros brazos, puede abrazarse sola.
Darse
cuenta que el tiempo no tienen que dárselo, ella tiene que tomarlo.
Que
no sirve esperar que el otro haga lo que ella haría, porque es otro.
Darse
cuenta que a veces, los NO son necesarios.
La
abnegación puede ser una virtud moral, pero nada tiene que ver con la salud
mental
¡Es
sacrificio!
Y
el sacrificio constante duele, enferma.
Cuando
das la vida por otro, la pierdes.
Es
como un suicidio en cámara lenta.
Es
morirse un poco todos los días.
Sacrificio,
dolor, enfermedad, suicidio, muerte.
Ese
no es el camino.
¡¡NO
debe serlo!!
Y
de ese camino solo se sale con amor propio, respetandose a una misma, aceptando
tus humanas limitaciones y no siendo tu propio
verdugo o juez.
Nadie
te necesita tanto como tu misma, nadie más hará por ti lo que sólo tu puedes
hacer, ni te brindará lo que sólo tu puedes brindarte.
Si
quieres cuidar bien de los tuyos, aprende a cuidar bien de ti antes, mimate,
valorate, amate, nadie más lo hará por ti.
No
esperes de nadie lo que sólo tu puedes darte!
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