De vez en cuando y por un
lapso de una mañana o de una tarde entera, sumérgete en baños de soledad y
silencio.
Es una disciplina
excelente que fortalecerá tu espíritu y te ayudará a ir encontrándote con tu
ser más profundo y verdadero.
No le temas a la soledad.
Aprende amarla.
La soledad no existe en la
realidad para quien sabe poblarla con sus razonamientos y sus meditaciones.
Fue el gran poeta español
Luis Góngora quien sabiamente dijo:
“A mis soledades voy,
de mis soledades vengo,
porque para estar conmigo
me basta mi pensamiento”.
Tampoco le temas al
silencio.
El silencio vitaliza tu
mente y tu sistema nervioso, y dota de solidez y fuerza expresiva a tus
palabras cuando salgas de tus treguas de mutismo y tornes a hablar.
No es que la relación
social sea mala, ni indiseable la comunicación hablada, pero a veces nos
metemos y enredamos demasiado en el ajetreo y la palabrería del mundo.
Toca moverse con
tranquilidad e inteligencia por la acción en comprensión.. En cosas que el
hombre no puede ver, percibir ni transformar, es permitir al silencio de
armonía natural que ella transforme en bienestar y dignidad.
Es importante la mente
limpia, y en quietud espontáneo. Inocencia y pasión es acción en libertad. Ahí
la serenidad sintoniza la verdadera naturaleza.
En ella la realidad vive
en la Verdad..
Tiende al equilibrio
interno y al reencuentro contigo mismo.
Regálate de vez en cuando
baños de soledad y silencio.
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