Tenemos que trabajar mucho los patriarcados que
nos habitan para poder construir relaciones igualitarias basadas en el respeto,
la ternura, el trabajo en equipo, la honestidad, la comunicación amorosa, y la
igualdad. Aquí algunas de las cosas que podemos hacer para acabar con las
luchas de poder en la pareja:
El amor no es una guerra. No conviertas a tus
amantes en enemigos de los que hay que defenderse y a los que hay que ganar
como sea. Disfruta del amor como un espacio de placer y compañerismo, en el que
puedas ser tu misma y en el que ambos podáis construir una historia de amor
hermosa, libre de abusos y violencia.
Identificar y trabajar los patrones de relación del
romanticismo patriarcal. Comportamientos que parecen “normales” o “naturales”
cuando estamos en pareja como la posesividad, los celos, el control sobre la
pareja, son esquemas de relación patriarcales basados en la dominación y la
sumisión, y son a menudo violentos. Sin embargo, no reconocemos como violencia
nuestra forma de imponernos sobre el otro, ni los insultos, los chantajes, las
amenazas, el victimismo, los castigos, el engaño y las mentiras. Y es que nos
han hecho creer que la violencia pasional es amor, y que cuanto más pasión hay,
más sufrimiento se genera en la pareja, y por lo tanto, más amor hay. Sin
embargo, ya sabemos que no hay por qué sufrir y pasarlo mal: el amor es una de
las experiencias más hermosas de la vida y hay que disfrutarlo.
Disidencia. Hay que desobedecer todos los mandatos de género que convierten a las mujeres en sirvientas de los hombres: hay que acabar con el trabajo gratis de las mujeres, y repartir los cuidados, la crianza y las tareas domésticas entre ambos miembros de la pareja. Actualmente ellos siguen gozando de tres horas más al día de tiempo libre mientras nosotras hacemos doble y triple jornada. No nacimos para ser sirvientas, ni para criadas: para podernos relacionar en igualdad es fundamental relacionarnos en horizontal, romper con los roles y las tradiciones, y repartir las tareas en igualdad de condiciones
Disidencia. Hay que desobedecer todos los mandatos de género que convierten a las mujeres en sirvientas de los hombres: hay que acabar con el trabajo gratis de las mujeres, y repartir los cuidados, la crianza y las tareas domésticas entre ambos miembros de la pareja. Actualmente ellos siguen gozando de tres horas más al día de tiempo libre mientras nosotras hacemos doble y triple jornada. No nacimos para ser sirvientas, ni para criadas: para podernos relacionar en igualdad es fundamental relacionarnos en horizontal, romper con los roles y las tradiciones, y repartir las tareas en igualdad de condiciones
Autocrítica. Los hombres tienen que trabajar su masculinidad en profundidad, para liberarse del machismo. Acostumbrados a relacionarse desde la competitividad, tienen que desaprenderlo todo para poder aprender a relacionarse en horizontal dentro de la pareja. Tienen que trabajarse el compañerismo con las mujeres, aprender a expresar lo que sienten y lo que quieren, y aprender a pactar con honestidad. Nosotras también tenemos que trabajarnos lo nuestro: los cambios son individuales, y también colectivos.
Trabaja tu Ego. El Ego siempre quiere dominar, imponer sus normas, saciar su deseo, recibir aplausos y reconocimiento de los demás, despertar su admiración y envidia, manipular su realidad y a la gente con la que se relaciona. El Ego necesita ganar, le gusta que le obedezcan, le gusta que los demás se sometan, necesita sentir siempre que tiene el poder y el control. Hay que trabajarlo mucho para que no estropee nuestras relaciones: cuanto más egoístas y egocéntricos somos, peor funcionamos en pareja.
Aprende a decir que no si eres la persona que siempre cede. Te sentirás mucho mejor si eres capaz de decir asertivamente porqué no quieres hacer algo, o porqué no estás de acuerdo en algo, o porque hay cosas que te hacen sentir mal.
Aprende a ceder si estás acostumbrado a imponer tu voluntad. Aprende a ser humilde y generoso: no tienes porqué ganar todas las batallas. No es importante ser siempre el ganador. Se aprende mucho cuando no se consigue todo lo que uno quiere: aprovecha para aprender a elaborar pactos que os beneficien a ambos, o que, al menos, no os perjudiquen a ninguno.
Establece tus límites. La mayor parte de las cosas son negociables, pero hay unas pocas que son innegociables. Cada cual tiene sus líneas rojas, es importante tenerlas claras y respetarlas, las propias y las de la otra persona. Si las líneas rojas chocan frontalmente, es mejor no seguir con la relación: ninguno de los dos tenéis por qué ceder en cosas que consideráis imprescindibles en vuestras vidas.
Aprende a practicar la comunicación amorosa. Escucha a tu compañero o compañera, expresa tus sentimientos sin hacer daño a nadie, sé sincera o sincero con la otra persona, explica qué quieres sin adoptar un estilo agresivo ni victimista. Tenemos que aprender a conversar, negociar, ceder, pactar, repartir tareas y asumir responsabilidades igualitariamente.
Evita el drama y la violencia. Aún estando enfadados o dolidos, podemos tratarnos bien, hablarnos con respeto, alejarnos con cuidado, o sentarnos a hablar si ya nos sentimos preparados para tener una conversación profunda. Sin insultos, sin reproches, sin comentarios humillantes o despreciativos, sin malos tratos.
Usa tu sentido del humor y tu creatividad cuando estéis en una lucha de poder.
Es todo mucho más fácil cuando nos podemos reír ambos de la situación, y de nosotros mismos. Entre risas es más fácil ponerse a buscar soluciones que nos ayuden a salir del conflicto sin que ninguno de los dos se sienta perdedor, es más fácil relativizar y restarle importancia al conflicto, y nos dispone mejor a ambos para negociar lo mejor para los dos.
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