Quiero contarles una
historia personal.
Durante los años 90, en un
desierto al sudoeste de los EEUU, ese lugar, se encontraba con la mayor sequía
de su historia y un nativo-americano amigo mío, me invito para que lo
acompañara a un lugar en el desierto cerca de Nuevo México, para compartir una
plegaria, una ceremonia para que lloviera. Le dije que me encantaría participar
y ver de qué se trataba esta plegaria.
Así que nos encontramos en
una comunidad de más de 40.000 bellísimas hectáreas en las montañas del
desierto, y de allí fuimos a un lugar tan antiguo que incluso los habitantes de
hoy día no saben quién lo construyo. Era esencialmente un círculo de piedras que parecían estar allí desde hace muchos
siglos, puestas por las manos de los ancestros durante tantos años atrás.
Fue en este lugar donde mi
amigo comenzó su plegaria, y lo que hizo fue sacarse los zapatos, entrar en el
círculo y comenzó a llamar a todos sus ancestros en las cuatro direcciones.
Luego me dio la espalda y
colocó sus manos en posición de oración, esto duro unos pocos segundos, luego
se da la vuelta y me dice: “Tengo hambre, vamos a comer algo”. Y le digo: “Creí
que íbamos a compartir esta plegaria, que íbamos a rezar para que llueva.” Él
me miró y me dijo: “No, porque si
rezamos PARA que llueva, no va a llover, porque en el momento en que rezas para
que algo ocurra, estas confirmando que "eso" no existe en el este
momento.” Y me quedé pensando en lo que me dijo porque tuvo mucho sentido.
Si yo digo: “Dios, que
haya paz en el mundo”, lo que estoy diciendo es que en este momento la paz no
está aquí, y lo que estoy haciendo es proyectando justo lo contrario a lo que
mi plegaria trata de cambiar.
Así que le pregunte a mi
amigo: “¿Si no pediste por la lluvia, que fue lo que hiciste?”. “¿Qué ocurrió
cuando cerraste los ojos?”.
El se dio la vuelta hacia
mi y me respondió: “Cuando cierro los
ojos comienzo a evocar un sentimiento de cómo se siente la lluvia en nuestro
pueblo, y recuerdo como huele la tierra mojada en las paredes de nuestras
casas, y logro sentir como mis pies se mojan y se entierran en el lodo, y hay
mucho lodo porque está lloviendo mucho. Siento la lluvia caer y, de esta
manera, abro la puerta a la posibilidad de traer lluvia a nuestro mundo.”
Esta es pues la forma
correcta de orar, debemos sentir como si la oración ya hubiera sido respondida,
sentir como es nuestra vida sin la enfermedad que nos aqueja, sin los problemas
financieros, sin la discordia que vivimos en nuestros hogares, sin aquello que
creemos que nos falta, sintiendo y saboreando que aquello que necesitamos y que
ya forma parte de nosotros, lo estamos realizando ahora mismo.
Con el sentimiento le
hablamos a las fuerzas de la creación (que actúan como un espejo) permitiéndole
al Universo la oportunidad de manifestarlo.
Fuente: Fragmento del
libro: "La curación espontánea de las creencias". de Gregg Braden.
No hay comentarios:
Publicar un comentario