CÓMO SANAR LAS HERIDAS Y RECUPERAR LA ALEGRÍA
El daño sufrido en el
pasado puede condicionar nuestro presente. Pero si tratamos a nuestro niño
interior con amor incondicional, reaparece la alegría.
Jorge Bucay
Uno de los dos amigos se
acerca al animal y trata de levantarlo para llevarlo hasta un veterinario. Al
intentar pasar una mano debajo de su cuerpo, el perro gruñe y muestra los
dientes. Cuando el muchacho lo vuelve a intentar, el perro le muerde. El joven
lo suelta y, mirándose la herida, se queja con su amigo:
—Perro desagradecido... Lo
quiero ayudar y encima me muerde.
El otro palmea la espalda
de su amigo tratando de calmarlo:
—No te enfades –le dice,
mientras intenta limpiarle la pequeña herida con su pañuelo–. No ha intentado
morderte por maldad ni por falta de gratitud. Muerde porque está herido".
NUESTRAS ACTITUDES
NEURÓTICAS, INCOMPRENSIBLES Y AUTODESTRUCTIVAS TIENEN SU ORIGEN EN HERIDAS DE
OTRO TIEMPO
Los psicólogos y los
terapeutas de todas las líneas y escuelas sabemos, desde hace mucho, que la
totalidad de nuestras actitudes neuróticas, incomprensibles, dañinas y
autodestructivas, tienen su origen en heridas de otro tiempo:
Traumas, golpes, abandonos
y vejaciones de las cuales fuimos víctimas cuando todavía no podíamos
defendernos, cuando ni siquiera podíamos terminar de comprender lo que nos
estaba pasando.
EL DOLOR DEL PASADO
Desde donde sea que se
guarden esos traumas –en el inconsciente inaccesible de la ortodoxia
psicoanalítica, en la historia negada de los psicoterapeutas constructivistas,
en la memoria corporal de los holistas o, como pensamos muchos, en el niño o
niña que fuimos y sigue vivo en nosotros–; desde allí, el dolor ligado a
nuestro pasado influye, condiciona y perturba nuestro presente, ciñendo nuestro
potencial y jugando en contra de nuestros mejores proyectos.
Genialmente, John
Bradshaw, el más didáctico de los terapeutas contemporáneos, llamó a estos
aspectos el niño herido interior.
Muy frecuentemente, ese
niño interior sufre el no haber superado las consecuencias de una deficiente
actuación de su padre o madre, o la falta de herramientas de su entorno para
contener situaciones difíciles, como son, por ejemplo, la muerte de una figura
importante o una debacle socioeconómica familiar.
SANAR HERIDAS
Escuchar y cuidar nuestro niño interior
Por lo general, no se
trata solamente de alguna frustración o hecho doloroso, pues la vida de todos
las incluye y las incluirá.
Se trata de la represión
de los sentimientos ligados a esos episodios. Esta represión puede ser
consciente o no; puede ser por mandato o por imitación.
Si un niño no aprende a
dejarse sentir y a expresar, especialmente por miedo a ser rechazado, terminará
irremediablemente desconectado, asustado y distante de todo y de todos.
EL NIÑO HERIDO SIENTE,
CREE, SABE O RECUERDA LA AMENAZA DE NO SER AMADO SI HACÍA ESO O AQUELLO O SI
DEJABA DE HACERLO
La fantasía del desamor o
del abandono crea un vacío que se intentará llenar después con actitudes
inadecuadas, repetición de conductas, manipulación de los demás, adicciones y
autodestrucción (depresión, aislamiento, autoboicot...) o cuando no, como en el
cuento, con respuestas agresivas y hostiles hacia todo y hacia todos.
Nuestro niño interior
representa nuestra parte más vital y espontánea. Sus dolores son los nuestros y
su desamparo, nuestra desesperación.
SANARLO ES SANAR NUESTRO
PASADO Y, POR LO TANTO, “CURAR” NUESTRA EXISTENCIA PRESENTE Y FUTURA
No se trata de “re-educar”
al niño interior sino de dejarlo ser. Es un descubrimiento (des-cubrimiento) de
nuestras esencias y habilidades olvidadas. Muchas veces sentimos rechazo por
estos aspectos reprimidos y tenemos miedo de que el dolor nos invada, de que
nos paralice o de que nos destruya.
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