Querida envidia:
Te siento muy cerca. Te veo en ese regalo envenenado, en esas
palabras “bienintencionadas”, en los “descuidos” premeditados, en las
habladurías, en las miradas oscuras y en las críticas no constructivas.
He ido a buscarte a tu casa para hablar contigo
y me he encontrado un lugar oscuro y terrorífico. La gente que había a tu
alrededor me juraban y me perjuraban que nunca te habían
visto pero yo sé que eso no es verdad, que solo estaban
escondiéndote y que desconfían de mí porque piensan que voy a dejarles
desprotegidos.
Estoy escribiéndote esta carta para
pedirte que dejes de arruinar relaciones, personas y emociones. No sé si te das cuenta de que eres
peligrosa, de que solo causas sufrimiento malos entendidos.
Tienes que dejar salir a la autoestima y
al amor propio para que
yo pueda ayudarles, deja de comparar a las personas para que alguien salga
dañado. Toda comparación es odiosa, y más si se hace con mal criterio.
No expongas a la gente al reflejo de sus
frustraciones en un espejo a modo de lupa. No
te voy a permitir que lo hagas porque estás destruyendo a la gente que se
acerca a ti. Condenas el talento y el éxito ajenos sin importante nada más que
tú misma.
Mira, voy a contarte una historia que
quizás te haga reflexionar:
El
joven discípulo de un filósofo sabio llega a su casa y le dice:
-Maestro, un amigo estuvo hablando de ti con malevolencia…
-Maestro, un amigo estuvo hablando de ti con malevolencia…
-¡Espera!
-lo interrumpe el filósofo-. ¿Hiciste pasar por las tres rejas lo que vas a
contarme?
-¿Las
tres rejas? -preguntó su discípulo.
-Sí. La
primera es la verdad. ¿Estás seguro de que lo que quieres decirme
es absolutamente cierto?
-No. Lo
oí comentar a unos vecinos.
-Al
menos lo habrás hecho pasar por la segunda reja, que es la bondad.
Eso que
deseas decirme, ¿es bueno para alguien?
-No, en
realidad no. Al contrario…
-¡Ah,
vaya! La última reja es la necesidad. ¿Es necesario hacerme saber
eso que tanto te inquieta?
-A
decir verdad, no.
-Entonces…
-dijo el sabio sonriendo-, si no es verdad, ni bueno ni necesario, sepultémoslo
en el olvido.
Si fueses consciente del mal que puedes
llegar a ocasionar, te lo pensarías dos veces antes de imponerte ante alguien.
Por eso, te pido que antes de actuar te pases los filtros de la verdad, la
bondad y la necesidad.
Por tu culpa se ponen zancadillas, se hunde a la
gente con falsos testimonios y se arremete contra el inocente. El mundo es
menos mundo. Deja de difamarme y de decirle a la gente que no se acerquen a mí.
Las personas humildes no son vulnerables,
yo las protejo de las mofas y del desprecio y, sobre todo, cierran los ojos y
pueden dormir por las noches.
Tú no puedes descansar porque tus malos
sentimientos corrompen tus sueños, no puedes dejar de pensar en lo que otros
tienen o son y cómo puedes arrebatárselo. Vives en un continuo enfado y
el resentimiento es tu bandera.
Me das pena, porque la decencia es algo que
nunca podrás alcanzar, porque a mí no me puedes robar absolutamente nada y
porque la felicidad está de mi lado. Tarde o temprano todos se darán
cuenta, así que recapacita y márchate por la puerta de atrás.
Atentamente,
La Humildad
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