“Nadie merece vivir en un ambiente emocionalmente
tóxico, salir de allí no es solamente necesario, es absolutamente vital”
No nos engañemos, la familia es uno de los escenarios
más comunes en los que se vienen a dar las relaciones tóxicas. Quizás resulta
más duro que en otros contextos porque no, no se pueden eludir. Es mucho más
fácil poner punto y final a la relación con tu pareja o tu amigo que hacerlo
con tu suegra, tu hermano, tus hijos, tus padres…
Lo cierto es que la familia nos viene impuesta y no podemos elegirla, lo cual
requiere que nos adaptemos a ello. Esto implica que hay que aceptar el hecho de
que, aunque somos personas independientes y plurales, hay ciertas normas a las
que estamos sujetos debido a nuestro papel dentro del núcleo familiar.
En realidad cuanto más relevante sea para la unidad familiar la posición que ambos miembros de la relación tóxica, más dificultoso será salir de ahí o hacer frente a este tipo de relaciones.
En realidad cuanto más relevante sea para la unidad familiar la posición que ambos miembros de la relación tóxica, más dificultoso será salir de ahí o hacer frente a este tipo de relaciones.
De todas maneras hay dos tipos de familias: las rígidas y las flexibles.
Son las primeras en las que abunda la toxicidad, fruto
del uso intenso e irracional del poder. El hecho de que alguien abuse de su
poder implica gran dificultad a la hora de relacionarnos, no nos permite
expresar con libertad nuestros sentimientos y opiniones, conversar o mostrarnos
tal y como somos. Estos son los vampiros emocionales.
La mayor parte de nosotros ha sufrido la imposición,
la envidia o el descaro de alguien que, en principio, no debería de hacernos
daño de forma deliberada. Es obvio que lo más probable es que no podamos romper
esa relación, pues un vínculo familiar no se deshace de forma tan ligera, pero
lo cierto es que hay veces que las relaciones se recrudecen y no queda otro
remedio que partir peras.
Según apunta Laura Rojas Marcos, la mayoría de los conflictos vienen originados por las luchas de poder, el sentimiento de derecho y la falta de límites. Entonces, ante un hermano, una suegra, un primo.., que nos echa en cara algo o nos daña con sus actos… ¿Cómo podemos actuar?
1. Poniéndonos en el lugar del otro: la empatía
Esto no significa que nos sometamos a sus deseos y
tengamos que ceder cuando no quereros hacerlo pero sí implica mantener una
disposición a escuchar y a considerar lo que nos tienen que decir.
Es importante que nos preparemos para aceptar la
posibilidad de no llegar a un acuerdo sobre lo que nos pidamos. En este caso,
debe existir un pacto de respeto al desacuerdo para facilitar la convivencia.
Esto es: tú quieres algo que no es compatible con lo que yo deseo, aceptémoslo
y sigamos.
2. Respetando la intimidad, el espacio y el tiempo de cada relación
En este sentido debemos aceptar que el “No” sea la respuesta y conseguir tolerar la frustración. Se suele decir que donde hay confianza da asco pero esto es algo que no podemos permitir, el exceso de confianza y de intromisión da lugar a los mayores conflictos familiares conocidos.
Como apunta Rojas Marcos, “en las relaciones familiares se dan por hecho cosas en las que no existe acuerdo. Si se entra sin avisar en casa de un hijo o se hace una llamada a destiempo hay que estar preparados para recibir una respuesta que puede no gustarnos y que marque los límites de la relación”.
3. Siendo respetuosos y manteniendo las formas
A la hora de cuidar cualquier relación, es muy
importante que no digamos lo primero que nos venga a la mente y que le pasemos
el filtro de la educación y el respeto.
Es probable que una gran parte de nosotros tenga un
familiar cercano que se piensa que puede decir todo cuanto le venga a la mente
y que sus percepciones y opiniones están por encima de cualquiera.
Esto puede crear muchos conflictos por lo que es
importante que tomemos distancia en las situaciones y pongamos límites de forma
calmada, respondiendo que lo que dice está causando dolor emocional. Es
importante que no nos dejemos comer terreno ante esta cuestión.
4. Siendo asertivos y utilizando las palabras mágicas
Es probable que no quieras poder, que solo quieras
libertad de acción y de expresión, para lo cual esa persona es un gran
obstáculo. Es tan simple como manifestar un “no puedo”, un “no quiero”, un “no
estoy de acuerdo”.
Es importante sentirse seguro de uno mismo y hacer uso
de nuestra capacidad de elección.
Además, las palabras que menos puertas cierran son
“por favor” y “gracias”. Aunque estemos en familia sigue siendo de gran
importancia su uso. Expresamos consideración y amabilidad, pues mostramos
respeto por el tiempo y el esfuerzo ante una petición o un favor.
5. Siendo pacientes
Ser impaciente hace que seamos más impulsivos y, por
tanto, a ser irreflexivos en nuestras decisiones. La capacidad de esperar y de
pensar antes de actuar es uno de los principios más importantes que deben guiar
nuestras relaciones, en especial las familiares.
Puede ocurrir que no podamos solventar las
dificultades que acompañan a una agotadora relación familiar tóxica, por lo que
a veces se hace inevitable tomar una decisión y asumir consecuencias que pueden
ser verdaderamente nefastas para el núcleo familiar.
- Los vampiros y depredadores emocionales existen en todas las familias y en todos los contextos, lo importante es que sepamos identificarlos y protegernos ante ellos, así como no dejarnos guiar por la intensidad de las emociones pasajeras como el enfado.
Ante todo, hay que mantener la cordura y valorar mucho la situación, teniendo en cuenta que tenemos un límite mental y físico que no conviene sobrepasar.
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