Muchas mujeres me
preguntan cómo podemos sanar nuestro linaje.
Y la verdad es que no se
si podemos hacerlo.
No sé si "tenemos que
sanar" a nuestra madre o nuestra abuela.
Eso es una responsabilidad
enorme y un proceso que no nos corresponde.
Cada mujer tuvo su propio proceso
en esta vida, que eligió consciente o no,
y eso es lo que me trajo
hasta acá.
Otra cosa distinta es
sanar las heridas de mis ancestras que hoy sigo llevando conmigo: miedos,
creencias, memorias, formas de crear y de gestar.
Quizás pueda preguntarme:
¿Qué
lugar ocupó la mujer en todo mi linaje?
¿Qué lugar quiero ocupar
yo?
El proceso de sanar esas
heridas emocionales es un trabajo de hormiga, muy íntimo, profundo e
intransferible.
No carguemos de más nuestra
propia mochila queriendo sanar algo inmenso antes que a nosotras mismas.
No me corresponde juzgar a
las mujeres que me precedieron, solamente honrarlas con gratitud porque fueron
mis predecesoras.
Simplemente escuchar cuáles
creencias se volvieron mandatos y qué patrones se repiten en mí, ya que devengo
de todos esos úteros.
Luego deviene el sanar, el
dejar ir aquello que ya no nos construye, los pesos, las mochilas, los dolores,
las estructuras y esas formas de nutrir que no coinciden con lo que necesitamos
ahora y que por el contrario representan cargas para nosotras.
Abrazando y agradeciendo toda
la información y la valentía de sus procesos y de sus caminos. Para contar una
nueva historia para que todas nosotras sanemos y para que nuestras hijas sean
libres de todas la cargas, debemos empezar por nosotras primero.
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