Hay consenso en considerar
que perdonar consiste en un cambio de conductas destructivas voluntarias
dirigidas contra el que ha hecho el daño, por otras constructivas. (McCullough,
Worthington, y Rachal, 1997).
Si el proceso de perdón se hace adecuadamente, se modificarán
en consecuencia, los sentimientos hacia el ofensor. Aunque algunos autores consideran que son los sentimientos
los que originan las conductas, desde la terapia de aceptación y compromiso se
parte de que los pensamientos, sentimientos,
sensaciones y emociones no condicionan obligatoriamente la conducta y que
lo importante es la modificación de la conducta, que finalmente llevará a un
cambio en los pensamientos, sentimientos, sensaciones y emociones. Por eso,
perdonar no es contingente con la reducción o cese total de los pensamientos o
sentimientos “negativos”; no es un estado afectivo o una condición emocional ni
una colección de pensamientos y sentimientos; perdonar es una conducta libremente elegida de compromiso y
determinación (Zettle y Gird, 2008).
El perdón no es un acto
único que se hace en un momento dado, es un proceso continuo que se puede ir
profundizando y completando a lo largo del tiempo. Por eso se dan varios
niveles de perdón (Case, 2005) que se pueden considerar como una serie de
tareas que van completando e incrementando el proceso hasta llegar al grado más
completo de perdón.
El primer paso consiste en
dejar de hacer conductas destructivas abiertas y explícitas (como cesar de
buscar venganza o justicia, quejarse a todo el mundo, etc.) o encubiertas e
implícitas (como desear conscientemente mal al agresor, rezar para que le pase
algo malo, rumiar el daño que se ha recibido, etc.).
El segundo nivel es hacer
conductas positivas hacia él. Completando el perdón, si hay respuestas
positivas por el perdonado, se puede llegar a restaurar la confianza en el
agresor.
El considerar que hay
distintos niveles de perdón, implica que para entender realmente en qué
consiste el perdón terapéutico y hasta donde está dispuesto a llegar el
paciente, sea necesario explicar con detalle el proceso que se va a seguir para
perdonar.
QUÉ NO ES EL PERDÓN
Es necesario saber qué es
y qué no es el perdón que se propone. Algunos de los puntos que puede ser
necesario aclarar son los siguientes:
El perdón no incluye obligatoriamente la reconciliación.
Perdonar o pedir perdón
son opciones personales que no necesitan de la colaboración de la otra persona.
Sin embargo, la reconciliación es un proceso de dos. Por ejemplo, el perdón no
supondrá nunca restaurar la relación con alguien que con mucha probabilidad
pueda volver a hacer daño.
El perdón no implica olvidar lo que ha pasado.
El olvido es un proceso
involuntario que se irá dando, o no, en el tiempo. Solamente implica el cambio
de conductas destructivas a positivas hacia el ofensor, tal y como se ha
indicado. Hay ideas erróneas asociadas con el perdón como que si se perdona no
se debe acordar o sentirse enfadado por lo ocurrido. Recordar algo es un
proceso automático que responde a estímulos que se pueden encontrar en
cualquier parte y los sentimientos que se tienen no se pueden modificar
voluntariamente, las respuestas que damos cuando tenemos esos sentimientos si pueden llegar a ser voluntarias.
El perdón no supone justificar la ofensa que se ha recibido ni minimizarla. La
valoración del hecho será siempre negativa e injustificable, aunque no se
busque justicia o se desee venganza.
El perdón tampoco supone obligatoriamente levantar la pena al
ofensor y que no sufra las consecuencias de sus actos.
Para que se dé la
reconciliación es preciso que el ofensor realice una restitución del daño que
ha causado, si es posible, o cumpla la pena que la sociedad le imponga. El
perdón consiste en que el que perdona deja de buscar activamente que se haga
justicia y es parco en las consecuencias que busca y, sobre todo, no intenta
obtener una descarga emocional junto con la justicia.
Perdonar no es síntoma de debilidad, porque no se trata de dar permiso al otro para que vuelva a
hacer daño, sino que se puede perdonar cuidando de que no nos hagan daño de
nuevo.
Cuando perdonar
Si el daño que se ha
recibido trasciende el hecho emocional de sentirse injustamente tratado y lo
único que se va a conseguir del otro es una compensación emocional, el perdón
está plenamente indicado. También, cuando la búsqueda de la reparación se ha
convertido en el centro de la vida del ofendido o interfiere con el seguimiento
de otros valores, el perdón le permitirá poner distancia emocional para tener
en cuenta todos los valores que está dejando de atender.
Hay que tener en cuenta
que no se trata de ponerse en riesgo de que el daño se pueda volver a repetir.
EL PROCESO DE PERDONAR
Primera etapa: análisis
y reconocimiento del daño sufrido
El proceso comienza en la
fase de análisis de lo ocurrido, incluyendo en ella el reconocimiento del daño
que se ha recibido. Es preciso reconocer que se ha recibido un daño que duele,
y aceptar ese dolor. Se hace de forma lo más objetiva posible, lo que va a
permitir un distanciamiento emocional y los primeros pasos para entender las
motivaciones del ofensor; lo que constituye un comienzo para construir una
cierta empatía hacia el otro que está en la base del perdón. También han de
analizarse con detalle las circunstancias que han influido para llevarle a
hacernos daño, porque una atribución externa, inestable y específica del daño
contribuye al perdón (Hall y Fincham, 2006) frente a la atribución interna,
estable y global que lo dificulta.
Segunda etapa: elegir la opción de perdonar
El perdón para la víctima
es una buena opción en cualquier caso. La metáfora del anzuelo que sugiere
Steven Hayes, indica de forma clara cómo el no perdonar a alguien nos coloca en
una situación permanente de sufrimiento y puede ayudar en este proceso:
Quien nos ha hecho daño
nos ha clavado en un anzuelo que nos atraviesa las entrañas haciéndonos sentir
un gran dolor. Queremos darle lo que se merece, tenemos ganas de hacerle sentir
lo mismo y meterle a él en el mismo anzuelo, en un acto de justicia, que sufra
lo mismo que nosotros.
Si nos esforzamos en
clavarle a él en el anzuelo, lo haremos teniendo muy presente el daño que nos
ha hecho y cómo duele estar en el anzuelo donde él nos ha metido. Mientras lo
metemos, o lo intentamos, nos quedaremos dentro del anzuelo. Si consiguiéramos
meterle en el anzuelo, lo tendríamos entre nosotros y la punta, por lo que para
salir nosotros tendremos que sacarle a él antes.
Si salimos del anzuelo,
tendremos cuidado de no estar muy cerca de él porque nos puede volver a meter
en el anzuelo y si alguna vez nos juntamos, tiene que ser con la confianza de
que no nos va a volver a hacer daño.
Pero no es la opción de no sufrir lo que justifica una elección, sino una
opción basada en los valores de la persona (Hayes y otros, 1999).
Hay que tener en cuenta
que se trata de valores como los define la terapia de aceptación y compromiso,
es decir, como consecuencias deseadas a muy largo plazo, y no solamente como
valores morales o éticos. Cuando hemos dejado a un lado esos valores para
centrarnos en la venganza y se le hemos dedicado tiempo y recursos, pueden
estar afectadas otras áreas de nuestra vida. Es en los valores afectados por la
concentración en vengarnos en los que tenemos que encontrar los motivos para
elegir perdonar.
Tercera etapa: aceptación del sufrimiento y de la rabia
El perdón no supone que se
rechacen y esté mal tener sentimientos de rabia, de ira o deseos de venganza,
aunque a algunos pueda parecerles que el perdón lo implica (Wade y otros,
2008). El problema no está en tener esos sentimientos o pensamientos, sino en
actuar dejándose llevar por ellos en contra de los valores e intereses más
importantes en ese momento (Hayes y otros, 1999). La propuesta de la terapia de aceptación y compromiso consiste en
abrirse a sentir el sufrimiento, la rabia, la depresión y cualquier
pensamiento, sentimiento, sensación o emoción que surja asociado al daño
recibido, sin ninguna defensa; mientras nuestra acción sigue el compromiso con
los valores que en ese momento sean más relevantes (Hayes y otros, 2004).
Si se ha elegido la opción
del perdón, para llevarlo a cabo es preciso aceptar, en el sentido expuesto,
los pensamientos, sentimientos, sensaciones y emociones. La aceptación es un
proceso que finalmente lleva al cambio; pero hay que tener en cuenta que su
objetivo no es la extinción del sufrimiento, sino el compromiso con los valores
y el fortalecimiento de la acción comprometida con ellos (véase por ejemplo,
García Higuera, 2007).
Cuarta etapa: establecer estrategias para autoprotegerse
El perdón no implica la
aceptación incondicional del peligro de que ocurra de nuevo el ataque. En el
análisis de lo ocurrido hay que incluir también la consideración de cómo los
comportamientos de la víctima que han podido permitir o favorecer la ofensa
(Case, 2005). Analizando lo que ha ocurrido, la víctima se puede dar cuenta de cuáles
eran los indicios que indicaban el peligro, lo que le dará más posibilidades de
evitarlo en el futuro.
Quinta etapa: una expresión explícita de perdón
La expresión explícita del
perdón es un paso importante aunque algunos pacientes puedan pensar que es
solamente simbólico y vacío de contenido. Se pueden articular muchos ritos o
maneras hacerlo. Esta acción explícita no es el final del proceso de perdón,
sino la oficialización del inicio. Hay que tener en cuenta que es preciso
volver a repetir el proceso siempre que sea necesario, ya que el ofendido no
está libre de que le aparezcan de nuevo los, pensamientos, emociones,
sensaciones y sentimientos asociados a la ofensa. Cada vez que surjan de nuevo
los pensamientos, sentimientos, sensaciones y emociones asociados a la ofensa,
se tienen que repetir los pasos que sean necesarios.
COMO PEDIR PERDON
Pedir perdón es uno de los
elementos fundamentales de muchas religiones movimientos espirituales (Zettle y
Gird, 2008); por ejemplo, en el cristianismo. Para los cristianos, Cristo vino
al mundo a perdonar los pecados de todos los hombres, ya estamos perdonados por
Dios y solamente hace falta pedir perdón. La petición de perdón la ha
articulado la religión católica en una serie de pasos dentro de la
administración clásica del sacramento de la penitencia: examen de conciencia,
dolor de corazón, propósito de la enmienda, decir los pecados al confesor y
cumplir la penitencia. Siguiendo esta pauta, el proceso de pedir perdón comenzaría en una primera etapa de análisis
de lo que ha pasado, de las circunstancias, motivos y emociones que han
concurrido en lo el daño que hemos hecho y de los efectos que ha causado; para
pedir realmente perdón tiene que haber un arrepentimiento que incluye un dolor
por el sufrimiento causado que no puede quedar solamente en palabras, sino que
ha de articularse en acciones comprendidas en un plan concreto que permitan que
aquello no vuelva a ocurrir y que restituyan el mal realizado.
Profundizando en esta
línea y dejando a un lado las connotaciones ideológicas y religiosas del
perdón, desde un punto de vista terapéutico la petición de perdón se puede
hacer siguiendo los siguientes pasos:
Reconocer que lo que hizo causó daño u ofendió al otro
No es obvio que el que nos
ha ofendido sea plenamente consciente del daño que ha hecho y del sufrimiento
que está teniendo su víctima (Case, 2005).
El proceso de reconocerlo
supone un acercamiento profundo al otro, con comprensión y empatía, y un
establecimiento de una comunicación que no se basará en disculparse o evitar
las consecuencias o el castigo por lo que ha hecho. Esto permite al otro
expresar su sufrimiento de forma plena. Este proceso es positivo cuando se hace
mientras se va informando al otro de lo ocurrido.
Sentir de verdad el dolor del otro
Para pedir perdón es
preciso ser consciente de que se ha hecho un daño importante al otro. Ponerse
en su lugar y acercarse a sus sentimientos puede llegar a hacer sentir de
verdad el dolor del otro.
Analizar su propia conducta
Para el ofensor, saber
cómo y por qué hizo lo que hizo es interesante en sí mismo. Compartir ese
conocimiento con la otra persona es un paso necesario para avanzar en el
proceso de pedir perdón y llegar a la reconciliación. Hay montones de razones
por las que alguien decide hacer algo que causa daño, ninguna será aceptable
para la víctima. En consecuencia, no se trata de encontrar excusas a sus actos,
sino de establecer una base para poder realizar la siguiente fase: elaborar un
plan que impida que vuelva a ocurrir (Case, 2005).
Es preciso reconocer también el papel que han jugado las
circunstancias, pero no para quitarse culpas y echárselas a otros.
Definir un plan de acción para que no vuelva a ocurrir
Definir un plan de acción
concreto para que nunca vuelva a ocurrir y compartirlo con el otro es el
siguiente paso para pedir perdón. El plan puede incluir acciones dirigidas a
mejorar las debilidades propias que han propiciado el daño realizado. Todo el
plan ha de hacerse indicando los objetivos operativos, el tiempo y los medios
que se van a dedicar a conseguirlos. No se trata de establecer solamente buenas
intenciones, las acciones han de ser concretas y se han de establecer los
tiempos y los recursos necesarios para hacerlas. En resumen, es preciso comprometerse
con llevar a cabo el plan.
Pedir perdón explícitamente al otro.
Los pasos anteriores han
de ser compartidos con el otro y han de comunicársele para que la petición de
perdón sea explícita y llegue al otro, mostrando que no son palabras vanas, sino
que están articuladas en un plan y en un compromiso de lucha por la relación.
Realizar un acto simbólico
en el que se pida perdón al ofendido es importante para que el perdón quede muy
claro.
Restituir el daño causado
Siempre que sea posible,
es preciso restituir el daño causado. No sería de recibo pedir perdón y
quedarse con las ventajas que se han obtenido de la ofensa.
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