Cuando la verdadera
naturaleza sale a la luz y se hace plenamente consciente, tu mente se abre al
máximo. Ésta es una forma estupenda de explicar la verdadera naturaleza de cada
persona (en realidad, cualquier noción de la iluminación se refiere a esto).
Ello no quiere decir que tus pensamientos se expandan hasta el cosmos, sino que
tu mente se abre tanto que no tiene límites.
En cuanto te aferres a un
pensamiento y te lo creas, la mente se cerrará en torno a ese pensamiento. Por
tanto, la mente natural es una mente abierta y el corazón natural está abierto,
pase lo que pase. Ésta es la sorpresa de nuestra condición natural: la mente y
el corazón están naturalmente abiertos y no saben cerrarse bajo ninguna
circunstancia, en ningún momento. Al mismo tiempo, tú estás más allá de esa
mente abierta y de ese corazón abierto. Lo que tú eres lo contiene todo.
La mente condicionada está
haciendo siempre el trabajo de Dios, preguntándose qué hace la gente y por qué.
Pero eso a ti no te importa en absoluto. Puedes limitarte a ir por la vida con
esta apertura natural ante lo que es, y puedes seguir así bajo cualquier
circunstancia y en todo momento. Eso es lo que lleva haciendo el Ser verdadero
desde siempre. Cuando comprendas tu verdadera naturaleza, será algo diferente a
cualquier experiencia increíble que te hiciera decir después «de acuerdo,
mundo, estoy preparado». La experiencia más profunda te hará ver que esta mente
abierta, vacía y radiante y este corazón abierto, vacío y radiante han estado
abiertos desde siempre. Dejarás de ver dos y verás el Uno en todas las cosas.
Los seres humanos nos
sentimos muy vulnerables y levantamos muros. Pero levantar muros es como salir
a la noche estrellada y tratar de envolver el espacio vasto e infinito en un
abriguito. La vastedad se escaparía por los brazos y la capucha. Estás con este
estúpido abrigo en el vasto espacio y te proteges dentro creyendo que un día,
al desabrocharte, tal vez te sientas liberado espiritualmente. Lo más probable
es que eso no suceda nunca. Lo más realista es que un día dejes de
identificarte con ese estúpido abriguito. Libérate de todas las identidades
limitadoras y abraza el infinito.
Para que esto suceda a
nivel profundo, tenemos que darnos cuenta de que ya somos la apertura en la que
nos abrimos. Si seguimos identificándonos con nuestros aspectos humanos
pensaremos: «Dios mío, estoy abriéndome a algo demasiado grande para mí».
Cuando nos relajamos por completo y nos dejamos caer en la apertura de este
silencio, no podemos ver el final. Ha estado aquí eternamente, desde antes del
principio; en este silencio, nuestra humanidad descubre una invitación a la
apertura. Esto tiene lugar porque el misterio al que nos abrimos no es ningún
alienígena, no es extraño ni diferente, es lo que siempre hemos sido.
Fuente: Adyashanti, “La
Danza del Vacío”
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