El
pasado es algo que nos acompaña a lo largo de nuestra vida. El lugar del que
venimos actúa como una base para conformar quiénes somos, cómo actuamos y
cómo pensamos acerca del mundo que nos rodea. Influye no sólo en nuestra
perspectiva de vida, sino en muchas más cosas que ahora mismo ni siquiera
imaginamos, como las sensaciones y emociones que tenemos ante algo o alguien
que no conocemos y del que no tenemos información.
Todas
las personas podrán recordar momentos buenos y malos de su trayectoria vital.
Sin embargo, existe gente que parece tener una increíble facilidad para estar
todo el día reviviendo su pasado.
Pasar
el día recordando aquello que sucedió antaño (tanto si es malo o bueno) no es
precisamente la mejor opción para seguir con nuestras vidas, sino todo lo
contrario. Nos mantiene estáticos, nos impide movilizar nuestra energía
para realizar nuevos proyectos o, simplemente, disfrutar del día en que
nos encontramos.
El
problema surge cuando nuestro pasado no nos deja continuar hacia
adelante con nuestra vida. Los recuerdos sobre aquello que fue o no fue
vuelven a nuestra cabeza una y otra vez, haciendo interferencia con el momento
actual en que nos encontramos, impidiéndonos disfrutar del instante que
vivimos. Es en este punto cuando debemos tomar conciencia de que el pasado ya
pasó (valga la redundancia) y que es en el presente donde nos encontramos.
Recordar
aquello tan terrible que nos sucedió, lo mal que se portaron con nosotros, etc.
trae de vuelta a nuestra cabeza aquellas emociones de malestar, culpa,
vergüenza, rencor… que nos vuelven a hacer daño de nuevo una y otra vez, ¿nada
productivo, verdad? Estas personas que se focalizan demasiado en el
pasado, corren el peligro de caer sumidos en una gran tristeza o
depresión, presas de sus desgracias e inmóviles ante un presente-futuro nada
prometedor, ya que esto nos puede llevar a pensar que nuestra vida está
destinada a la desdicha.
Es
importante saber que para superar el pasado, en primer lugar debemos
asumir que no va a cambiar, que debemos aceptar las cosas tal como fueron y
dejarlo estar. Resulta fácil decirlo, sí, pero pasar página es imprescindible.
Para ello, algunas de las cosas que debemos intentar hacer son:
1.
Alza la vista hacia el mundo que te rodea.
Párate
a pensar en cuánto tiempo al día dedicas a pensar en tus problemas. Si
crees que es demasiado, cabe la posibilidad de que estés muy centrado en ti
mismo y, por tanto, olvidándote del mundo que te rodea. Séneca dijo “hay
más cosas que nos asustan que cosas que nos hieran verdaderamente,
y sufrimos más en la imaginación que en la realidad”.
¿Se
aplica esto a tu vida? Si es así, reflexiona sobre ello porque quizás estés
haciendo trabajar a tus neuronas en tu propia contra. Levantar la vista de tu
ombligo para pasar a mirar el sitio en el que estás y la gente que te rodea
puede ser un buen primer paso para seguir hacia adelante.
2.
Olvida a aquellos que te hicieron daño.
Como
ya se ha dicho, vivir rememorando aquello que tanto nos hizo sufrir impide que
se cierren esas heridas. Y, que quede claro, guardar resentimiento hacia esa
persona (e incluso mostrárselo abiertamente) muchas veces no va a conseguir que
el otro se sienta peor sino que somos nosotros los que más nos anclamos en
aquello que sucedió.
Nos
estancamos pensando en qué le podríamos decir o hacer para hacerle “pagar”
aquello que nos hizo y, de esta forma,seguimos frustrándonos y reviviendo
nuestro dolor con esos recuerdos. Debemos asumir que somos nosotros mismos los
que más nos perjudicamos al no apartar de nuestra mente a aquellas personas que
se portaron mal con nosotros.
3.
Perdónate a tí mismo.
Comprender
que las cosas que hicimos mal ya no pueden deshacerse. En vez de culparnos
a nosotros mismos por haber actuado de una determinada forma y no de
otra, sería más productivo buscar por qué hicimos eso. ¿Cuáles fueron los
deseos, motivaciones o miedos que nos llevaron a hacer las cosas de ese modo?
Seguramente,
si echamos la vista atrás, encontraremos que los motivos por los que en ese
momento elegimos esa opción eran los que nos parecieron que mejor solucionaban
nuestros problemas en ese momento. Ahora sólo podemos intentar aprender de
ello, conocernos a nosotros mismos para no volver a cometer los mismos errores
y, por supuesto, mejorar… Hay un proverbio que dice “los errores son
oportunidades para crecer como persona”. Aplícalo en tu vida.
4.
Encuentra un sentido a tu vida.
Tener
objetivos y metas en la vida nos permite afrontar los malos momentos. Saber que
hay algo por lo que merecerá la pena seguir, nos da aliento para soportar las
adversidades puesto que sabemos que cuando éstas terminen, podremos hacer
aquello que anhelamos.
Si
en este momento no tienes ningún deseo o meta a la vista, quizás estés dejando
muchas posibles opciones fuera de tu cabeza. Si no se te ocurre nada, una de
las cosas que pueden dar sentido a tu vida puede ser trabajar como voluntario
ayudando a otras personas o luchar por una causa que creas justa.
Realizar
nuevos proyectos o ayudar a los demás pueden ser algunas de las cosas que
pueden aportar sentido a nuestra vida. Sabrás que es algo que te aporta
bienestar cuando decidas dedicar parte de tu tiempo a hacer eso por el mero
placer de hacerlo.
5.
Volver a empezar.
A
lo largo de nuestra vida, podemos encontrarnos en situaciones que se nos exijan
tener que volver a empezar desde cero. A pesar de que en un primer momento
veamos todo negro, debemos pensar que eso no es así. Que nosotros no veamos las
diferentes alternativas que tenemos no significa que éstas no existan o que no
vendrán en un futuro.
¿Cuántas
veces has tratado de imaginarte cómo sería esto o lo otro y luego no se ha
parecido en nada a lo que esperabas? Eso es porque te estabas basando en tus
creencias para deducir cómo serán las cosas en vez de en hechos objetivos.
Saber cómo va a salir algo que aún no ha ocurrido es tremendamente difícil si
no conocemos las circunstancias que nos acompañarán.
Sin embargo, esto no
quiere decir que no podamos ser dueños de nuestro destino. Una forma de tomar
las riendas de tu vida puede empezar por marcarte pequeños objetivos a
corto plazo (con fecha meta incluida y marcada en un calendario) que te
lleven poco a poco hacia aquello que deseas. Dicen que Roma no se hizo en un
día.
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