Muchas veces la medicina solamente se limita al análisis químico del cuerpo, ya ahora el medico no nos pregunta ni le interesa conocer
nuestras emociones o sentimientos, pero la verdad es mas profunda que un simple
análisis clínico de nuestro cuerpo.
“Partiendo de esta toma de conciencia, no se
debería concebir abordar una terapia sin una toma de contacto digna de este
nombre con el enfermo.
Toda persona enferma que penetra en un lugar en
el que espera ante todo ser oída, escuchada,
comprendida, aliviada y curada.
Según la concepción antigua, debe sentir un aura
abrirse ante ella y englobarla en su totalidad. Este aura no es simplemente la
del santuario tal como ha sido descrito anteriormente, es tambien, evidentemente,
el aura del terapeuta. Esta no puede crearse solo a través de una placa sobre
la puerta. Se cultiva en el crisol de la compasión... una compasión que
comienza por el respeto.
Toda persona que acude a un terapeuta está pidiendo algo, y por tanto está en
un estado de fragilidad. Los sacerdotes egipcios enseñaban que nunca había que
contradecir a una persona enferma, había que escucharla pacientemente, incluso
aunque lo que dijera fuera incoherente o pareciera fruto de su imaginación.
Desgraciadamente, hoy día es demasiado frecuente
ver a ciertas personas pertenecientes al ámbito médico burlarse de un paciente
o desechar sus declaraciones con un simple revés de la mano, diciendo “Eso no
existe, es algo psicológico”. Tal actitud no solo revela desprecio sino que supone un desconocimiento
básico del ser humano.
Un problema de orden psicológico no es “nada”.
Puede acarrear sufrimientos reales que, aunque
no sean cuantificables, no deben ser menos tenidos en consideración. Un dolor
del alma, aunque sea infundado, basta a veces para desequilibrar rápidamente un
órgano o todo un sistema.
No contradecir a una persona que sufre no
significa entrar en el juego de su relato y de su desorden haciéndose caer en
la trampa. Es simplemente mostrarle que se la toma en serio y es aceptada en todos sus “aspectos” eventualmente
incoherentes. Es sembrar las bases de una confianza mutua indispensable para un verdadero diálogo. Cuando hay construcciones mentales que
deban ser desanudadas, estas serán abordadas de manera progresiva y sencilla.
Pero ¿la compasión se aprende? Unas palabras
esenias afirmaban:
“La escucha y el compartir del corazón son como frutos que solo nacen en un
árbol pacientemente podado durante numerosas estaciones y durante muchos años.
Si veis las flores en primavera no esperéis necesariamente cosechar los frutos
maduros en el otoño siguiente. Así ocurre en el alma humana... Le hacen falta muchas vidas para llevar plenamente su nombre y ofrecérselo al mundo”
Esta verdad, que se basa en la observación, nos
permite sin duda comprender por qué el arte de las terapias solo se enseña y se
aprende hasta cierto punto... ahí donde comienza el arte de curar. Desde el
instante en que un amor sencillo y espontáneo habita al terapeuta y este es
capaz de transmitirlo, cesa de combatir una enfermedad y comienza a nutrir la
salud, y por tanto, la vida.”
ASÍ CURABAN ELLOS de DANIEL MEUROIS GIVADAN