jueves, 6 de noviembre de 2014

LA ACCION DE LA NO REACCION



Muchas veces cuando nos agreden, ofenden, o insultan tenemos el instinto natural  de responder, de arremeter hacia quien nos asalta con críticas, ofensas, acusaciones falsas o juicios errados, ya que muchas personas son muy dadas a juzgar gratuitamente y sin sustentos válidos.
Empezamos un juego de agresiones mutuas, de tira y jala, y  caemos en el  mismo juego que el agresor, sin darnos cuenta que en realidad esto nos desgasta mucho, emocional, psicológica  y físicamente, terminamos mal con nosotros mismos. Lo peor es que cuando realmente nos duele es porque viene de personas que queremos, y eso es deprimente para uno.
Lo importante es no entrar en ese círculo toxico,  ¿puede ser mal entendido nuestro silencio? si, puede serlo, pero ¿nos importa mucho la opinión de alguna persona que duda de lo que somos? Pienso que allí empieza a formarse nuestra fortaleza y el aprender a que es mejor no reaccionar de una forma negativa, sino simplemente callar, analizar, asimilar y saber que todo pasará.
He leído un escrito precioso,  lo comparto con Ustedes para que revisen la importancia de la no reacción, que en realidad lo que tiene es valentía y poder:

Cerca de Tokio vivía un gran samurái ya anciano, que se dedicaba a enseñar a los jóvenes. A pesar de su edad, corría la leyenda de que todavía era capaz de derrotar a cualquier adversario.
Cierta tarde, un guerrero conocido por su total falta de escrúpulos, apareció por allí. Era famoso por utilizar la técnica de la provocación. Esperaba a que su adversario hiciera el primer movimiento y, dotado de una inteligencia privilegiada para reparar en los errores cometidos, contraatacaba con velocidad fulminante.
El joven e impaciente guerrero jamás había perdido una lucha. Sabida la reputación del anciano samurái, se fue hasta allí para derrotarlo y aumentar así su fama. En el monasterio, todos los estudiantes se manifestaron en contra de la idea, pero el viejo aceptó el desafío.
Juntos, todos se dirigieron a la plaza de la ciudad y el joven comenzó a insultar al anciano maestro. Arrojó algunas piedras en su dirección, le escupió en la cara, le gritó todos los insultos conocidos ofendiendo incluso a sus ancestros.
Durante horas hizo todo por provocarlo, pero el viejo permaneció impasible.
Al final de la tarde, sintiéndose ya exhausto y humillado, el impetuoso guerrero se retiró.
Desilusionados por el hecho de que el maestro hubiera aceptado tantos insultos y provocaciones, los alumnos le preguntaron:
- ¿Cómo pudiste, maestro, soportar tanta indignidad?
¿Por qué no usaste tu espada, aun sabiendo que podías perder la lucha, en vez de mostrarte cobarde delante de todos nosotros?
El maestro les preguntó:
-Si alguien llega hasta ustedes con un regalo y ustedes no lo aceptan, ¿a quién pertenece el obsequio?-
A quien intentó entregarlo -respondió uno de los alumnos.
Pues lo mismo sucede con la envidia, la rabia y las ofensas -dijo el maestro.

Si no las tomas, quedan en el agresor.

4 comentarios:

RosaMaría dijo...

Muy inteligente, inteligencia emocional diríamos, aunque hay que tener una fortaleza increíble para hacerlo. Me gustó y trato de aplicarlo. Besos.

Desde mi Atalaya dijo...

RosaMaria, efectivamente, hay que tener un control sobre las emociones, pero mas aun, saber muy bien lo que nosotros somos en realidad.
Un abrazo!!!

Juan Antonio Torron Castro dijo...

Hay que ser muy MAESTRO para actuar de esa forma, la verdad es que yo hubiese perdido, pero no me aguanto desde el primer momento.
La verdad es que hay que encontrarse en la situación y nunca sabes como actuarás, montones de factores te condicionan.

Un saludo grande Soraya.-

Desde mi Atalaya dijo...

Cierto Juan Antonio, pero es mejor dominar la circunstancia a que la circunstancia te domine, la verdad es que el tiempo enseña y mucho.
Un abrazo!!

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